Desde hace tiempo tenia una sensación de estancamiento y de no avanzar. Todo se estaba haciendo cuesta arriba pero sin saber en realidad a donde iba. Porque si al menos el camino se hace largo y duro pero sabes la meta que quieres alcanzar, el esfuerzo tiene un motivo y una razón.
En mi caso era desgana, el seguir haciendo lo mismo en mi vida porque era algo ya seguro, habitual, pero que no me estaba aportando nada. Simplemente conformarse. Y no soy persona de conformarse con lo que le "da la vida", hace tiempo que entendí que yo misma escribo mi destino.Pero, como cambiar si no sabes por donde empezar, si sabes que quieres un cambio pero... ¿cuál? y ¿dónde buscarlo? (¿quién no se ha preguntado esto alguna vez?)
Y te preguntas si realmente eres egoísta sólo por pedir más, por querer tener una ilusión por lo que haces o querer aprender y conocer cosas nuevas. Dejarlo todo por querer vivir otra vida que no sabes ni si existe.
Aquí entra en juego la PACIENCIA, el saber esperar:
"la paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o un
simple aguantarse. Es fortaleza para aguantar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone a nuestra disposición, para el continuo progreso interno."
Es el mensajero que te da las herramientas para progresar y un día de repente te devuelve la ilusión, los objetivos, las metas...
Y así es como llegó este viaje.
Dentro de un mes empiezo mi aventura en Londres, una ciudad por descubrir, un idioma, unas costumbres que aprender y muchas experiencias para disfrutar.
Si dijera que no me da miedo el cambio, mentiría, pero precisamente es ese miedo el que me empuja a querer ir con más ganas aún, pues todo miedo lleva consigo un escalón más para subir.